12/27/08


Ultimamente no cabe otra opción en todo este vaivén de sentimimientos que la mera maldición de mi instinto. Escudados a él se van incorporando fragmentos y trozos de todas las piezas que palabra tras palabra has ido separando y resquebrajando. Duele el roze de su esencia. Quema. Necrosa.

Los conservo ahí adheridos, sopesando si recomponerlos o lanzarlos al vacío. Dispuestos como en una caja de resonancia en la que solo retumba el eco de tu voz. Atormentan.

Sé que algunos se me escaparon aquella noche y puede que aún permanezcan llorando sobre el asfalto, gritando tu nombre, anhelando nuestro paso.
O puede que incluso astutos, quedasen tras un abrazo, acomodados en tu ropa, a éstos... les envidio.

Por lo pronto,hoy, maldigo mi instinto una y otra vez. Robó de puntillas la traducción de mi corazón y te la brindó a ti en un instante. Quizá te costó descifrarla, quizá ni probaste a leerla.

Le odio y le culpo por disiparse en tus pupilas y no regresar para advertirme que allí dentro, en ellas, nada me pertenecía. Me invitó a viajar a las nubes en uno de tus gestos para más tarde inyectarme una dosis de realidad y estrellarme contra tus pies.

Le detesto con más ahínco si cabe por seguir activando, aliándose con mi parte más ingenua, la recóndita tecla de locura que hace lustros pulsó y desencadenó toda esta desventura. Y ahora,algo más serena, reclamo en un ataque de frialdad y racionalización, valor para poder anularla, romperla o extraviarla.

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